Desde todos los tiempos, las mujeres han parido a sus bebés y los han alimentado con su leche. Mujeres de su entorno con mas edad y experiencia las han ayudado, acompañándola durante todo el largo proceso de embarazo, parto y puerperio. Existían así redes de contención hacia la mujer y su bebé. La mujer paría a su hijo en casa, rodeada de su familia, en la paz de su lugar.
Con el desarrollo de las sociedades modernas y el avance de la ciencia, con el cambio de factores sociales, culturales y económicos, estos ritos de acompañamiento se fueron perdiendo poco a poco, dando lugar a que la mujer y su familia dejaran de tener control en su propio parto. Se comenzó a ver a la mujer sana como pasible de sufrir un "infortunio" en este proceso, teniendo que ser sometida a ciertas prácticas que hoy la ciencia confirma como innecesarias. Así, una ideología mecanicista, rutinaria, irrumpió en un espacio íntimo y de total conjunción: el del bebé por nacer y su mamá.
Se creó una forma nueva de mantener a la parturienta en el hospital, acostada y boca arriba. Se aceleró el proceso de parto con medicación y hormonas artificiales. Se comenzó a tener un control permanente del estado del bebé: la monitorización.
Las intervenciones médicas cuando son innecesarias (cuando no hay una razón médicamente apremiante), hacen que el parto se "detenga" o enlentezca y se tenga que recurrir a una cesárea de emergencia como medida última pero casi segura. Porque interrumpimos la paz que necesita la mujer para parir. Al estresarla, deja de producir hormonas beneficiosas (oxitocina y endorfinas) y prevalecen otras que la mantienen en estado de alerta (adrenalina). Algunas de estas intervenciones rutinarias son: rasurado, enema, restricción de bebidas y comida, colocación de vía intravenosa, pitocina (oxitocina artificial) para acelerar el parto o regularizar las contracciones, monitorización permanente, permanecer en cama, rotura artificial de membranas, peridural, idea de episiotomía). Todas estas prácticas hacen que el dolor, plenamente manejable en otras circunstancias, se torne insostenible. Eso altera no sólo a la mamá. Altera, afecta directamente al bebé por nacer.
Estamos muy pendientes del reloj cuando el proceso de parto se desarrolla en un espacio-tiempo invisible, desdibujado.
La idea de parto humanizado intenta rescatar en la madre el poder que ella tiene para parir a su propio hijo. No es un logro del equipo que asiste a la mamá. Es un logro de la mamá. La mujer puede parir por sí misma, sin dolor insoportable, sin anestesia, sin calmantes, sin episiotomía, sin enema, sin rasurado, sin cesárea programada, sin monitoreos permanentes...
La mujer tiene el derecho absoluto a parir en la postura que desee: parada: sentada, en cuclillas... Con su pareja, su madre, su doula, su partera, su médico. La mujer tiene el total derecho a poder moverse con libertad, realizando pequeñas "danzas" que ayudan a que el bebé se vaya acomodando para el parto. Puede comer y tomar líquidos que la ayudaran a reponer las energías frente al gran desgaste que implica el trabajo de parto. Puede gritar, llorar, reír. El dolor la va a guiar a moverse para aliviarlo... si se deja llevar... si la dejan.
Eso es humanizar el parto. Es devolverle el valor humano que perdió. Es quitarle el status de enfermedad y poder experimentarlo como algo tan natural como lo que és.
Claro que no nos olvidamos que algunas veces hay situaciones apremiantes que obligan al equipo de salud a recurrir a tomar medidas médicas por fuerza mayor. La ciencia está de nuestro lado cuando la necesitamos realmente. De todas formas, para el resto de los casos, deberíamos poder evitar prácticas invasivas que hacen que la madre se estrese, siempre que sea innecesario desde el punto de vista de su salud y la de su hijo.
Parir es hermoso. Es la experiencia de mayor empoderamiento que puede llegar a vivir una mujer en su vida. La realiza.
Cada mujer tiene el derecho de hablar esto con su proveedor de salud. Puede sacarse todas las dudas. Puede decirle qué es lo que espera que haga -o que no haga-. Puede cambiar de profesional si no está de acuerdo con su forma de trabajo. Si transitó un embarazo saludable, de bajo riesgo, la mujer puede parir tan sólo si la dejan. Si se interfiere, las probabilidades de que sea un parto intervenido (forceps, episiotomía, pujo dirigido, epidural, etc.) o una cesárea aumentan a cada segundo. Michel Odent comentaba en una entrevista que la “partera ideal” es aquella que se pasa “tejiendo” en la misma habitación que la mamá en trabajo de parto: la puede observar, controlar muy cada tanto, y sin embargo ocupa un rol pasivo, de bajo perfil, que no disturba a la mamá, no la altera. Y la mamá tiene la tranquilidad que tiene a un profesional de la salud que la va a poder asistir en cualquier momento que lo solicite. El médico que asiste también podría tomar este rol de discreto acompañante.
Todo esto está demostrado con evidencia científica desde hace más años de los que creemos. Y cada día la evidencia nos va revelando más información que reafirma, naturalmente, la necesidad del parto natural.
Parir no es un castigo, parir no es mala palabra. Parir no avergüenza. Parir no es una enfermedad. Parir es lo más hermoso, más doloroso y placentero. Parir es ser mujer. Es transformarse en mamá.
Viví lo natural y maravilloso de recibir con todos tus sentidos a tu hijo.
Lic. Psic. María José Morlan
Lic. Psic. Silvina Ros
Diciembre de 2010, Montevideo, Uruguay
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Dejanos tu comentario, pregunta o duda. Te contestaremos. Gracias por visitarnos.